De vez en cuando, debatimos sobre
noticias que aparecen en los medios. Lo hacemos con toda clase de
ellas, ya hablen de la corrupción generalizada, la situación
económica o muestren aspectos absurdos de nuestra sociedad como, por
ejemplo, esta:
La última semana estuvimos
reflexionando a raíz de una noticia publicada por El País:
Según el estudio, los chimpancés
optaban por colaborar para conseguir mejores resultados en el juego
que les proponían los científicos. Es cierto que la colaboración
venía motivada por una recompensa mayor, que no era espontánea,
pero nos parecía muy sugerente la idea de que ese sentido de la
justicia (en este caso representada por el hecho de compartir el
premio) se asemeja con el sentido de la justicia de los niños. Es
decir, la justicia como algo innato, espontáneo, incluso primitivo.
Hicimos un repaso de las virtudes que
encontramos en la infancia, es decir, en nuestros hijos e hijas.
Vimos que tienen una gran capacidad de perdón, que se enfadan mucho
entre ellos pero se les pasa en un visto y no visto. No guardan
rencor. Tienen, también, la virtud de expresar su cariño (y cuando
lo expresan hacia nosotras, nos hacen muy felices) y suelen estar
alegres. No juzgan a las personas y si lo hacen, su veredicto siempre
es de inocencia, no ven la maldad. Valoramos como algo positivo el
que sean tan cabezones. Es verdad que esto, a veces, nos complica las
cosas e incluso, lo reconocemos, nos hace perder los nervios cuando
no dan su brazo a torcer. Pero consideramos que nos envían un
mensaje: nos dicen que eso por lo que pelean es importante para
ellos, aunque nosotras lo veamos como una cuestión menor. Nos
gustaría conservar esa capacidad de la infancia de pelear por lo que
creen que les corresponde, por pelear por lo que consideran justo.
Ya puestas, quisimos ver si éramos
capaces de encontrar defectos en la infancia. Al fin y al cabo, de lo
que se trataba era de dilucidar si la persona es buena o mala por
naturaleza. Hablamos sobre la manera en la que, a veces, escupen la
comida, tiran los vasos de agua o destrozan todo aquello que pillan.
Es como si fueran bordes y quisieran hacernos enfadar, dijo una
compañera. Vimos que suelen ser egoístas, que no quieren compartir
y que tienden a acaparar, quieren sus juguetes y los de los hermanos
o los de los otros niños que juegan en el parque. En todo caso, encontramos
motivos para exculparlos de estos comportamientos. Más si cabe si
los comparamos con los adultos.
Según este primer repaso a las
virtudes y defectos de la infancia, nos inclinamos a pensar en la
bondad inherente de las personas. Aunque una compañera se mantenía
firme al afirmar que somos malos por naturaleza.
En este punto, acudimos a los dos
pensadores por excelencia en cuestiones de maldades o bondades
inherentes.
Hablamos de Hobbes y su frase el hombre es un hombre para el hombre. La obra de referencia de Hobbes tiene nombre de serpiente gigante bíblica: Leviathan. Algunos consideran que las terorías de Hobbes (el hombre necesita ser controlado por un estado fuerte y vigilante) justifican la existencia de estados o corrientes ideológicas autoritarios.
En el otro lado del ring, estaría Rousseau, convencido de la bondad del ser humano. Insiste en este tema en “Emilio o De la educación”, aunque, como es evidente, no nos hace ninguna gracia que el capítulo V de este libro, el dedicado a la educación de las niñas y mujeres, como si fuéramos un grupo menor de la sociedad, afirme que debemos ser educadas solo para servir al hombre y ser buenas esposas. Rousseau pensaría que somos buenos pero él era algo chungo.
Hablamos de Hobbes y su frase el hombre es un hombre para el hombre. La obra de referencia de Hobbes tiene nombre de serpiente gigante bíblica: Leviathan. Algunos consideran que las terorías de Hobbes (el hombre necesita ser controlado por un estado fuerte y vigilante) justifican la existencia de estados o corrientes ideológicas autoritarios.
En el otro lado del ring, estaría Rousseau, convencido de la bondad del ser humano. Insiste en este tema en “Emilio o De la educación”, aunque, como es evidente, no nos hace ninguna gracia que el capítulo V de este libro, el dedicado a la educación de las niñas y mujeres, como si fuéramos un grupo menor de la sociedad, afirme que debemos ser educadas solo para servir al hombre y ser buenas esposas. Rousseau pensaría que somos buenos pero él era algo chungo.
Hobbes y Rousseau nos llevaron a hablar
a la relación entre naturaleza (genética) y medio ambiente
(sociedad). Según el primero, es el entorno el que debe velar para
que nos comportemos de forma civilizada. Según el segundo, es la
sociedad en la que vivimos la que nos va estropeando según nos
hacemos adultos.
Exponemos de forma resumida algunas de
las cosas que dijimos sobre esta cuestión:
- Pensamos mayoritariamente que somos buenos al nacer pero que el entorno nos va “malificando”.
- La familia es lo que más nos influye. Aunque, y esto nos parece de especial relevancia, si alguien es de una forma determinada, lo seguirá siendo por mucho que la familia intente que no lo sea. Reconocemos cierta capacidad individual para salir inmunes de la influencia familiar (y del resto del entorno).
- El entorno en el que se nace, nos influye mucho. Con esto queremos decir que no es lo mismo nacer y vivir en un barrio excluido que en una urbanización de lujo. Así dicho, parece una obviedad pero es una obviedad que la mayoría no quiere ver. Los niños ven como algo “normal” lo que se hace en su entorno y si lo “normal” incluye vender droga o sobornar políticos, eso será lo que acaben haciendo.
- Esto nos llevó de nuevo a la capacidad de huir del entorno. Llegamos a una conclusión con ciertos matices paradójicos: si la influencia familiar es positiva, conseguirá que los niños aprendan a ser autónomos, a tomar sus propias decisiones y, por tanto, a ser capaces de no dejarse influir por lo que ven o por lo que otros hacen o les piden hacer.
Para acabar, imaginamos cómo deberían
ser las instituciones que nos rodean, en las que vivimos, para que la
bondad de la infancia se mantuviera a lo largo de la vida. Nuestras
conclusiones:
FAMILIA: Debe dar cariño, respeto y
normas claras (y justas).
COLEGIO: Que el profesorado respete a
los alumnos y a sus familias (y viceversa, claro). Que no se sea muy
estrictos, más vale mostrar cierta flexibilidad que no agobiar a los
niños con muchas exigencias (que pueden tener justo el efecto
contrario). Que se procure que las necesidades materiales queden
atendidas para todos los niños (*).
BARRIO: Que haya jardines, escuelas,
centros de salud cercanos (el nuestro está a medio hora caminando),
supermercados baratos, limpieza, parada de autobús, cabinas por si
hay que hacer una llamada de emergencia...
SOCIEDAD: Reparto del dinero/riqueza
entre todos. Que no haya ricos ni pobres (que es la frase de antes
pero con otras palabras). Hablamos también del trabajo y dijimos que
si hay que trabajar, debería ser en buenas condiciones. De pronto,
descubrimos algo que nos llamó la atención: al hablar de las buenas
condiciones, incluimos “un sueldo de por lo menos mil euros”. La
situación actual es tan terrible que añoramos cosas que antes eran
denunciadas como malas (ser mileurista).
Es evidente que un tema como este que
estuvimos debatiendo no puede por menos que quedarse a medio. Pero
quisimos terminarlo pensando en si conocíamos a alguien que fuera
100% bueno o 100% malo. No encontramos a nadie que cumpliera la
primera condición pero sí algunas suegras (“demonias”, “víboras
de siete cabezas”) e incluso algún cuñado que cumplían la
segunda. Aunque, ya al final, nos dimos cuenta de que, quizás,
habíamos enfocado mal todo el debate. En realidad, las personas no
somos o buenas o malas. Tenemos un poco de lo uno y un poco de lo
otro.
(*) Al hablar de las necesidad
materiales, señalamos las evidentes: libros, ropa deportiva,
material escolar... pero también otras como tablets o teléfonos
móviles. Es cierto que esto último puede parecer caprichoso o
superficial pero nuestros hijos se enfadan, lo pasan sinceramente
mal, cuando ven que otros tienen cosas que ellos no pueden tener. En
este vídeo se aprecia el mecanismo interior que se activa ante estas
comparaciones:
Si se reparten uvas, que se repartan para todos.