Somos un grupo de 13 mujeres y 1 hombre. La mayoría vivimos en El Campico (Alcantarilla, Murcia). Una vez a la semana nos reunimos y charlamos sobre temas diversos. En este blog queremos recoger algunas de estas conversaciones.

sábado, 26 de enero de 2013

Buenas, malas o todo lo contrario


De vez en cuando, debatimos sobre noticias que aparecen en los medios. Lo hacemos con toda clase de ellas, ya hablen de la corrupción generalizada, la situación económica o muestren aspectos absurdos de nuestra sociedad como, por ejemplo, esta:


La última semana estuvimos reflexionando a raíz de una noticia publicada por El País:


Según el estudio, los chimpancés optaban por colaborar para conseguir mejores resultados en el juego que les proponían los científicos. Es cierto que la colaboración venía motivada por una recompensa mayor, que no era espontánea, pero nos parecía muy sugerente la idea de que ese sentido de la justicia (en este caso representada por el hecho de compartir el premio) se asemeja con el sentido de la justicia de los niños. Es decir, la justicia como algo innato, espontáneo, incluso primitivo.

Hicimos un repaso de las virtudes que encontramos en la infancia, es decir, en nuestros hijos e hijas. Vimos que tienen una gran capacidad de perdón, que se enfadan mucho entre ellos pero se les pasa en un visto y no visto. No guardan rencor. Tienen, también, la virtud de expresar su cariño (y cuando lo expresan hacia nosotras, nos hacen muy felices) y suelen estar alegres. No juzgan a las personas y si lo hacen, su veredicto siempre es de inocencia, no ven la maldad. Valoramos como algo positivo el que sean tan cabezones. Es verdad que esto, a veces, nos complica las cosas e incluso, lo reconocemos, nos hace perder los nervios cuando no dan su brazo a torcer. Pero consideramos que nos envían un mensaje: nos dicen que eso por lo que pelean es importante para ellos, aunque nosotras lo veamos como una cuestión menor. Nos gustaría conservar esa capacidad de la infancia de pelear por lo que creen que les corresponde, por pelear por lo que consideran justo.



Ya puestas, quisimos ver si éramos capaces de encontrar defectos en la infancia. Al fin y al cabo, de lo que se trataba era de dilucidar si la persona es buena o mala por naturaleza. Hablamos sobre la manera en la que, a veces, escupen la comida, tiran los vasos de agua o destrozan todo aquello que pillan. Es como si fueran bordes y quisieran hacernos enfadar, dijo una compañera. Vimos que suelen ser egoístas, que no quieren compartir y que tienden a acaparar, quieren sus juguetes y los de los hermanos o los de los otros niños que juegan en el parque. En todo caso, encontramos motivos para exculparlos de estos comportamientos. Más si cabe si los comparamos con los adultos.

Según este primer repaso a las virtudes y defectos de la infancia, nos inclinamos a pensar en la bondad inherente de las personas. Aunque una compañera se mantenía firme al afirmar que somos malos por naturaleza.

En este punto, acudimos a los dos pensadores por excelencia en cuestiones de maldades o bondades inherentes. 

Hablamos de Hobbes y su frase el hombre es un hombre para el hombre. La obra de referencia de Hobbes tiene nombre de serpiente gigante bíblica: Leviathan. Algunos consideran que las terorías de Hobbes (el hombre necesita ser controlado por un estado fuerte y vigilante) justifican la existencia de estados o corrientes ideológicas autoritarios. 

En el otro lado del ring, estaría Rousseau, convencido de la bondad del ser humano. Insiste en este tema en “Emilio o De la educación”, aunque, como es evidente, no nos hace ninguna gracia que el capítulo V de este libro, el dedicado a la educación de las niñas y mujeres, como si fuéramos un grupo menor de la sociedad, afirme que debemos ser educadas solo para servir al hombre y ser buenas esposas. Rousseau pensaría que somos buenos pero él era algo chungo.



Hobbes y Rousseau nos llevaron a hablar a la relación entre naturaleza (genética) y medio ambiente (sociedad). Según el primero, es el entorno el que debe velar para que nos comportemos de forma civilizada. Según el segundo, es la sociedad en la que vivimos la que nos va estropeando según nos hacemos adultos.

Exponemos de forma resumida algunas de las cosas que dijimos sobre esta cuestión:

  • Pensamos mayoritariamente que somos buenos al nacer pero que el entorno nos va “malificando”.
  • La familia es lo que más nos influye. Aunque, y esto nos parece de especial relevancia, si alguien es de una forma determinada, lo seguirá siendo por mucho que la familia intente que no lo sea. Reconocemos cierta capacidad individual para salir inmunes de la influencia familiar (y del resto del entorno).
  • El entorno en el que se nace, nos influye mucho. Con esto queremos decir que no es lo mismo nacer y vivir en un barrio excluido que en una urbanización de lujo. Así dicho, parece una obviedad pero es una obviedad que la mayoría no quiere ver. Los niños ven como algo “normal” lo que se hace en su entorno y si lo “normal” incluye vender droga o sobornar políticos, eso será lo que acaben haciendo.
  • Esto nos llevó de nuevo a la capacidad de huir del entorno. Llegamos a una conclusión con ciertos matices paradójicos: si la influencia familiar es positiva, conseguirá que los niños aprendan a ser autónomos, a tomar sus propias decisiones y, por tanto, a ser capaces de no dejarse influir por lo que ven o por lo que otros hacen o les piden hacer.

Para acabar, imaginamos cómo deberían ser las instituciones que nos rodean, en las que vivimos, para que la bondad de la infancia se mantuviera a lo largo de la vida. Nuestras conclusiones:

FAMILIA: Debe dar cariño, respeto y normas claras (y justas).

COLEGIO: Que el profesorado respete a los alumnos y a sus familias (y viceversa, claro). Que no se sea muy estrictos, más vale mostrar cierta flexibilidad que no agobiar a los niños con muchas exigencias (que pueden tener justo el efecto contrario). Que se procure que las necesidades materiales queden atendidas para todos los niños (*).

BARRIO: Que haya jardines, escuelas, centros de salud cercanos (el nuestro está a medio hora caminando), supermercados baratos, limpieza, parada de autobús, cabinas por si hay que hacer una llamada de emergencia...

SOCIEDAD: Reparto del dinero/riqueza entre todos. Que no haya ricos ni pobres (que es la frase de antes pero con otras palabras). Hablamos también del trabajo y dijimos que si hay que trabajar, debería ser en buenas condiciones. De pronto, descubrimos algo que nos llamó la atención: al hablar de las buenas condiciones, incluimos “un sueldo de por lo menos mil euros”. La situación actual es tan terrible que añoramos cosas que antes eran denunciadas como malas (ser mileurista).

Es evidente que un tema como este que estuvimos debatiendo no puede por menos que quedarse a medio. Pero quisimos terminarlo pensando en si conocíamos a alguien que fuera 100% bueno o 100% malo. No encontramos a nadie que cumpliera la primera condición pero sí algunas suegras (“demonias”, “víboras de siete cabezas”) e incluso algún cuñado que cumplían la segunda. Aunque, ya al final, nos dimos cuenta de que, quizás, habíamos enfocado mal todo el debate. En realidad, las personas no somos o buenas o malas. Tenemos un poco de lo uno y un poco de lo otro.

(*) Al hablar de las necesidad materiales, señalamos las evidentes: libros, ropa deportiva, material escolar... pero también otras como tablets o teléfonos móviles. Es cierto que esto último puede parecer caprichoso o superficial pero nuestros hijos se enfadan, lo pasan sinceramente mal, cuando ven que otros tienen cosas que ellos no pueden tener. En este vídeo se aprecia el mecanismo interior que se activa ante estas comparaciones:



Si se reparten uvas, que se repartan para todos.

Macarrones con habichuelas


Queremos ofrecer una serie de recetas de platos que solemos cocinar. Son platos que elaboramos de forma habitual. No seremos muy precisas con las cantidades, tiempos de cocción y cosas por el estilo pero pensamos que no es necesario, al fin y al cabo ¿quién cocina siguiendo las recetas al pie de la letra? Nosotras no.

INGREDIENTES (para una olla grande)

Medio kilo de habichuelas
Medio kilo de macarrones
Huesos frescos de cerdo
Un hueso de jamón
Un pollo troceado
Unas ramas de apio
2 patatas (grandes)
2 morcillas
Cebolla
Tomate
Pimentón dulce
Sal

PREPARACIÓN

Las habichuelas se ponen en remojo el día antes. Se puede hacer con habichuelas de bote aunque preferimos nuestra opción.

Se ponen a cocer las habichuelas, los huesos frescos, el hueso de jamón, el pollo y el apio. El agua debe llegar tres o cuatro dedos por encima de los ingredientes. El tiempo de cocción es el que necesiten las habichuelas, así que, tendremos que estar pendiente de ellas.

Mientras tanto, hacemos el sofrito con la cebolla, el tomate y el pimentón dulce.

Cuando las habichuelas estén cocidas, añadimos a la olla el sofrito y las patatas cortadas en trozos.

Cuando la olla vuelva a hervir, esperamos unos diez minutos y echamos los macarrones y las morcillas. Entonces, ponemos sal al gusto, colorante (o azafrán) y una pastilla de caldo a quien le guste. A los ocho minutos o así (según el tiempo de cocción que indique el paquete de los macarrones) apagamos el fuego.

La comida está lista.

La realidad de El Campico de Alcantarilla (Murcia)... sin alcantarillado y calles sin asfaltar en pleno siglo XXI


LA REALIDAD DE EL CAMPICO DE ALCANTARILLA... SIN ALCANTARILLADO Y CALLES SIN ASFALTAR EN PLENO SIGLO XXI

Las lluvias caídas el 28 de septiembre de este año pusieron de manifiesto la realidad de El Campico. No sucedió ninguna desgracia comparable a las sucedidas en Lorca o Puerto Lumbreras pero la situación llegó a ser crítica. Si la lluvia hubiera continuado unas pocas horas más, podría haber sucedido algo irreparable.

El Campico es un rincón medio olvidado de Alcantarilla en el que viven alrededor de setenta familias con muchos hijos pequeños. Las calles no están asfaltadas y no hay alcantarillado. Esto, además de complicar mucho el día a día, hace que los efectos de las lluvias sean especialmente graves. Al no haber alcantarillado, las casas tienen que tener fosas sépticas. Cuando llueve mucho, el agua entra en las casas y de ahí se acumula en los pozos. De esta manera, los pozos se desbordan con los consiguientes riesgos sanitarios.
Las calles no están asfaltadas. Son calles llenas de baches, polvo y charcos. De vez en cuando, el Ayuntamiento de Alcantarilla las cubre con zahorra. Esto, más que arreglar la situación, la empeora. Al subir el nivel de las calles, las casas quedan en bajo lo que facilita que entre el agua en las mismas. Además, solo con que chispee, las calles se convierten en un barrizal impracticable. Un barrizal que dura varios días y que hace difícil, cuando no imposible, cosas tan sencillas como ir al colegio o al pediatra con los niños pequeños.

Todo esto se complicó sobremanera con las lluvias de finales de septiembre. Algunas familias se ven obligadas a vivir en chabolas o caravanas. Estas “casas” se perjudican mucho con la lluvia. Algunas chabolas se hundieron y algunas caravanas parecían barcas. Si hubiera llovido un poco más, algunas podrían haber sido arrastradas por el agua. En este caso, sí podríamos estar lamentado alguna desgracia. Tampoco se libraron las casas de obra. La mayoría se inundaron, llegando el agua hasta una altura de medio metro. Muchos vecinos tuvieron que romper paredes para dejar que el agua pasara y no acabara por destrozar las casas. Aún así, las pérdidas materiales (colchones, mantas, ropa, muebles...) fueron considerables. Esto, en una zona como El Campico, en la que la mayoría de las familias cuentan con muy pocos recursos, cuando no ninguno, es especialmente grave.

Debemos añadir que varios vecinos avisaron a la policía y a los bomberos solicitando su ayuda y ninguna de estas llamadas fue atendida. No vinieron ni los unos ni los otros, ni siquiera pasados varios días desde las lluvias.

Esto sucedió hace algo menos de un mes y puede repetirse la siguiente vez que llueva. La situación de abandono de El Campico dura muchos años. Como vecinas del barrio nos hemos reunido numerosas veces con los responsables del Ayuntamiento de Alcantarilla y algunos de sus compromisos siguen sin cumplirse. Hemos solicitado una reunión con el Alcalde para recordarle todos estos problemas y pedirle tanto que las calles de El Campico sean asfaltadas como que se ponga el alcantarillado.